Este fue un sueño que vi una noche de febrero
donde en un reino milenario los niños sufrían,
los ancianos lloraban,
los adultos eran indiferentes a aquel sentir,
en aquel lugar reinaba el caos y la confusión,
la desolación, el desconsuelo y el desamparo,
ya todo se iba por la borda;
sangre empezó a emanar del suelo,
de los escalones,
de las construcciones de piedra,
de cada recoveco y puerta,
este cálido y purpura líquido lo cubría todo,
lo inundó todo en segundos,
cuando la parte más alta de una pirámide
era el único lugar que le faltaba cubrir a aquella invasora,
la pareja águila posó sus pies en aquel pedazo,
ambos al unísono y con la misma intensión,
fue entonces cuando aquel reino empezó a florecer,
todo a su paso lo iban transformando en luz y color,
en vida y alegría,
a donde apuntaba la vista de aquellos seres venidos del cielo,
se veía brotar el bienestar, la dicha, la sanación,
ellos emprendieron aquel trabajo
con la serenidad y compromiso de saber que todo fue necesario
y ellos estaban ahí siendo un vehículo,
sabían que no eran ellos quienes hacían que las cosas mejoraran,
sabían que era por medio de ellos
que alguien más grande y sabio actuaba.
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