Era una vez un niño que soñaba en ser fotógrafo, de cine ya que de niño gustaba de las películas de Hollywood, siempre que salía llevaba su cámara de fotografía.
Al ver las películas en el cine, observaba, la luz de la toma, el ángulo de luz, qué tipo de luz, la distancia, el sujeto, el lente, la velocidad.
Más sin embargo, trabajaba en la industria turística-hotel-restaurant-bar y sólo los días de descanso usaba su cámara.
El siempre admiró a los grandes fotógrafos y observaba sus trabajos en libros y revistas…
...un buen día de descanso salió apresurado y feliz con su cámara en mano y miles de imágenes en la mente que deseaba capturar a través de la lente.
En el camino iba pensando cuánto es que disfrutaba de hacer aquella actividad, disfrutaba sumergirse en ese otro mundo de imágenes que lo hacían viajar y transportarse a donde no existían las prisas, los compromisos, la industria, no existía nada de aquello que a él le disgustaba de su trabajo.
En ese otro mundo sólo existía él, su cámara y todo un paraíso dispuesto a ser fotografiado, capturado y mostrado a través del papel.
Ese buen día se sumergió tanto en el proceso creativo, en el proceso de buscar, equivocarse, volver a buscar, encontrar y descubrir que de pronto se salió del mundo mortal y entro para siempre en aquel otro mundo que siempre soñó, le gusto y decidió no volver jamás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario